Para tratar de corregir las deficiencias del mercado (mal llamado fallas, pues el mercado es imperfecto) podemos optar por dos caminos:
(i) imponer una Ley de Competencia: en esta vía, tenemos el costo millonario de mantener una autoridad de competencia (esperando tener a los profesionales más capaces y honestos, y cruzando los dedos que no sea cooptada la autoridad), más los costos de transacción que se le genera a los Agentes Económicos adecuarse a esta ley (entre otros, los cuantiosos honorarios de abogados y economistas), las multas impuestas a los Agentes Económicos, la obligación de dar, hacer o no hacer que se le pudiera imponer a éstos, el costo de la quiebra de las empresas por un trámite burocrático y lento de fusión. En este caso, delegamos y confiamos en seres todopoderoso, infalibles, poseedores de la verdad y de la información completa, capaces de predecir los comportamientos del mercado. Finalmente, se restringe nuestra libertad de contratación, de industria, comercio, asociación y de acción.
(ii) trabajar en una Política de Competencia, en donde se busca eliminar las barreras de acceso a los mercados, eliminar privilegios, luchar contra el contrabando y la economía informal, eliminar el mercantilismo y optar por un verdadero mercado libre; eliminar los carteles y los abusos de posición de dominio de los Agentes Económicos mediante el ingreso de nuevas empresas para que compitan entre sí en forma legal.
Nunca tendremos un escenario perfecto si se opta por opción (i) o (ii), siempre tendremos imperfecciones del mercado. Debemos de optar por aquella vía mediante la cual, genera menos efectos antieconómicos. ¿Ud por cuál se inclina? Yo por la (ii), la cual, es la corriente minoritaria a nivel mundial pues el “establishment” opta por el (i). Siempre he pedido cifras de la eficiencia económica que genera esta primera opción, pero nadie me las ha podido dar.
Le dejó este video de Israel Kirzner aquí donde nos habla de los efectos antieconómicos de las leyes de competencia.
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